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Un malagueño tiene un cráter en la luna

 

Abbás Ibn Firnás, nacido en Ronda en el año 810, era un sabio que destacó en la química, la física y la astronomía.


El malagueño Abbás ibn Firnás se rodeó de hombres de ciencia y cultura y por su curiosidad y preparación, impulsó a la ciencia de Al-Ándalus: sirviendo a Al-Hakam y a los dos emires siguientes, trayendo el cristal transparente, los números como los conocemos hoy en día, construyendo un planetario, desarrollando la astronomía utilizando el Sind Hind hindú, perfeccionando relojes de agua y aún al final de su vida investigando su experimento más famoso: el hombre que volaba.

La figura de Ibn Firnás es conocida en todo el mundo por ser el protagonista del primer intento de vuelo documentado con intenciones científicas. En realidad fueron dos vuelos y aunque en uno se partió ambas piernas puede decirse que no salieron mal. Y es que ya era un anciano cuando trató de volar desde una torre en la Rusafa de Córdoba, que era una finca de recreo de los emires. Ideó un ingenio mecánico, invitó a la flor y nata de la ciudad -entre ellos Abderramán II- y saltó. La Real Academia de la Historia recoge los testimonios sobre el salto del sabio andalusí. Según Ibn Said, «se las ingenió para que su cuerpo volara. Se revistió con plumas sobre tiras de seda. Entonces le fue posible dar un salto en el cielo de la zona de la Rusafa, alzarse por el aire y planear sobre él hasta que cayó a una considerable distancia»; y la otra versión es la de el Nafh al-tib de al-Maqqari: «Se las ingenió para que su cuerpo volara. Se revistió con plumas y se colocó dos alas. Voló por el aire una gran distancia; porque el ingenio no le sirvió en la caída, porque se dañó el trasero. No tuvo en cuenta que el ave cae sobre el arranque de su cola y no se fabricó ninguna».

Este hecho que afrontó con bastante edad pero que no le costó la vida, ha hecho que, por ejemplo, que uno de los aeropuertos de Bagdad lleve su nombre y múltiples reconocimientos en el mundo islámico. Pero la trascendencia del legado de Ibn Firnás va mucho más allá de su experimento aéreo. Abderramán II amplificó la querencia por las artes y la ciencia que pudiera tener su padre. El arte, la industria y la ciencia fueron parte importante en su mandato junto a la reestructuración económica. Sentó las bases para que décadas después Córdoba tuviese la mayor biblioteca del mundo y fuese un centro único de cultura. Ibn Firnás fue uno de los actores principales en esa función que dio un giro a la ciencia en el Sur de la península ibérica.

En la cara oculta de la luna hay un cráter que lleva el nombre del sabio rondeño. No es para menos. Ibn Firnás viajó en varias ocasiones a Oriente. Estuvo en Bagdad y es probable que coincidiese con uno de los matemáticos más importantes de la historia: Al-Juarismi (Algorithmi en su versión latinizada), jefe de la Casa de la Sabiduría de Bagdad mediado el siglo IX, precursor de los números tal y como hoy los conocemos, entre otras muchas aportaciones. Como las tablas del cielo que contaban con el conocimiento del Sind Hind hindú y que sirvieron para cambiar la concepción de esta ciencia en el continente europeo a partir de entonces. Junto a la numeración arábiga y el concepto de las primeras brújulas fueron algunos proyectos en los que el rondeño trabajó y fue desarrollando su saber.

Ibn Firnás supo aprender y aplicar conceptos vanguardistas en la época en muchas disciplinas científicas y cabe destacar otro de sus trabajos que puede parecer un pequeño cambio pero que sobrevive: el cristal trasparente. No era algo desconocido en el mundo, pero su manufactura sólo se producía en algunos lugares del Mediterráneo. En aquella época, en la península ibérica se traía el cristal del exterior y Ibn Firnás experimentó fórmulas para preparar vidrio a partir de arena y otros elementos químicos. El producto de su curiosidad e investigación fue que este tipo de industria floreciese en Córdoba y en otros puntos de la geografía andalusí que recuperó varios procedimientos olvidados que repercutieron en el aumento de la calidad de vida y la industria de la zona.

El breve repaso a la trayectoria de Ibn Firnás pone de manifiesto que fue una especie de hombre del Renacimiento cinco siglos antes de que este movimiento apareciese con fuerza desde la península itálica. Además, su intento estudiado de vuelo vuelve a ponerlo muy por delante de su época, ya que no hay datados intentos similares hasta precisamente el Renacimiento cuando algunas máquinas voladoras fueron diseñadas por los hombres más importantes del momento y hay quien dicen que tenían conocimiento del proyecto del andalusí.

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