Como precedentes del baile por Malagueñas existían ya las Tiranas, el Fandango Rondeño, la Jabera (citada por Estébanez Calderón en su obra «Escenas Andaluzas» de 1847) y otro tipo de fandangos bailables que se cantaban en la Escuela de Danza Bolera para acompañar sus bailes desde mediados del siglo XVIII. Es justamente en esta época cuando, según los estudiosos, se produce en la misma comarca malagueña la simbiosis del Fandango, tan en boga, con el cante y el baile por Verdial, género éste perteneciente al folclore ancestral de la zona de Málaga, que se pierde en la noche de los tiempos, y que funde raíces de todas las culturas que habitan la zona en un pasado (vestimenta, instrumentos, músicos, etc?) surgiendo el Fandango Verdial, madre de la «Malagueña Flamenca», que tiene luego multitud de variantes que han llegado hasta hoy y que conforman el panorama actual de los cantes populares de Andalucía Oriental y Levante (Los Cortijeros, De la Cruz del Llano, Murcianas, Tarantas, Cantes de Madrugá, Fandango de Lucena, Cantes de Almería, Zángano de Puente Genil, La Lucentina, etc?). Se puede afirmar pues que el «Fandango Verdial» actuó como eslabón entre los Cantes Populares y el Flamenco Actual.
Antonio Ortega Escalona (Juan Breva), cantaor veleño (Vélez-Málaga 1884) popularizó este estilo de Malagueña, aunque entendidos en la materia han llegado a la conclusión de que Juan Breva lo que cantó en realidad fue un Fandango Verdial con ritmo abandolao, que sin llegar a ser una Malagueña Flamenca, la predeterminó, dando lugar a posteriori a estilos locales y personales de esta forma de cante. Ejecutaba este género de tal forma que inspiró esta frase a Lorca: «Era la misma pena cantando detrás de una sonrisa».
Pasada la primera mitad del siglo XIX la Malagueña se aflamenca, como ocurre con casi todo el folclore popular del sur de España, se prescinde poco a poco del baile y se centra la atención del público sólo en la interpretación cantada. Pierde entonces su modo «abandolao» en lo rítmico y la rigidez métrica en lo melódico, aunque mantiene la estructura armónica del Fandango Verdial. Surge así la llamada «Malagueña Nueva», que prescinde del ritmo fijo, y se interpreta «ad libitum», teniendo su origen en Álora, por lo que se llama también, en honor al gentilicio de los nacidos en ese pueblo (Perotes), «Malagueña Perota», aunque otros la llaman «Cunera».
Máximo exponente de este estilo fue Manuel Reyes «El Canario», natural de Álora, que compuso una malagueña de compás libre en Almería con la que triunfó en Sevilla. Este tipo de malagueña permite el lucimiento del cantaor, por la dificultad melódica que entraña, donde éste exhibe su poderío de voz e imprime su sello personal a la ejecución, hasta el punto de que la malagueña llega a tomar el nombre de su intérprete (de la Trini, del Perote, del Canario, etc?).
Ángel Álvarez Caballero comenta en su libro «El Cante Flamenco» que un músico gaditano llamado Enrique «El Mellizo» engrandeció y enriqueció sobremanera a la malagueña, a la que llegó a través de un desengaño amoroso. Se produce entonces el tránsito entre la llamada Edad de Oro y la Época Teatral del Flamenco.
Antonio Chacón, cantaor jerezano que tiene como maestro a «El Mellizo» y que es llamado «Papa del Cante», se desplaza a Madrid (según Blas Vega) a principios del siglo XX, donde contacta con el tenor Julián Gayarre, que se ofrece a pagarle los estudios para hacerlo cantante de ópera, pero Chacón comienza a hacer fortuna actuando en teatros y cafés-cantantes, donde se instalan tablaos a los que se sube por primera vez alguna bailaora como Antonia Mercé «La Argentina», que inicia una nueva época de la danza escénica (según escribe José Manuel Caballero Bonald). A esta bailaora siguen otros, como Vicente Escudero, que llegó a actuar con ella, o Encarnación López «La Argentinita», que reverdecen y ponen de moda viejos estilos de danza del siglo anterior. Todo ello desemboca en una época a la que corresponde la llamada «Ópera Flamenca» (1920-1936) en la que hasta los intelectuales de entonces (Generación del 27) se llegaron a interesar por el género. Toda esta actividad de flamenco y bailables se interrumpe con el estallido de la Guerra Civil, y no vuelve a restablecerse hasta mediados de la década de los cuarenta, en la que el baile (danza española clásica o folclórica) comienza a alcanzar un fuerte auge de la mano de personajes como Pilar López (exiliada en Argentina), Carmen Amaya, Antonio y Rosario, etc.
El estudio de toda esta historiografía ha servido a Hipólito Rossy para clasificar a la Malagueña en tres tipos fundamentales:
la Malagueña Corrida o Verdial (también llamada Bandolá).
la Malagueña Flamenca o de Cante (sin ritmo fijo).
la Malagueña Instrumental (como pieza orquestada), de notoria influencia.
Es justo reconocer a la Agrupación de Coros y Danzas de España la formidable labor realizada durante la dura etapa de nuestra postguerra a favor del folclore y la danza, y concretamente en pro de la malagueña en su forma bailable, sentando cánones en ese orden que hoy día se mantiene como base de la estructura esquemática del baile de la llamada Malagueña de Fiesta. La Malagueña Popular o Cante por malagueñas, es una graciosa pieza bailable con un bello contenido poético-folclórico en su parte cantada, en la mayoría de los casos de carácter costumbrista.
En Málaga hay tres trajes populares: el de Marenga, el de Verdiales y el de Malagueñas.
El traje de Marenga (femenino) está compuesto por unas enaguas blancas con una cinta roja adornando la tira bordada que se pone en el borde de las enaguas, una falda negra a media pierna y con vuelo, una camisa blanca también adornada con una cinta roja en las mangas y un fajín rojo. La falda suele estar recogida por un lado, para que se vean un poco las enaguas y el calzado que se utilizan son alpargatas negras. El pelo se adorna con jazmines o claveles (rojos o blancos).
El traje de Marengo (masculino) está formado por un pantalón negro arremangado a la altura de la pantorrilla, camisa blanca, fajín rojo y alpargatas negras.
El traje de Verdiales (femenino) se trata de un vestido de listas verticales (cada persona lo lleva de un color) con mangas de farol. La falda del vestido es a media pierna, tiene vuelo y un volante en el bajo, y debajo de la falda lleva unos puchos y unas enaguas. El vestido va adornado con un delantal negro y un pañuelo blanco sobre los hombros, también llevan medias blancas, en el pelo se suelen poner jazmines sobre un moño bajo, y el calzado son unas alpargatas con tiras de colores anudadas al tobillo y a la pantorrilla.
Éste digamos que es el «traje oficial» aunque puede variar dependiendo de cada zona. Prueba de ello son las pandas de verdiales, cada una de las cuales tiene su propio estilo y llevan diferentes vestidos dependiendo de si son de Comares, Almogía, Álora, etc.
El traje de Verdiales (masculino) está compuesto por un pantalón y un chaleco negro, fajín rojo y alpargatas negras. Lo más destacable son los sombreros que llevan que están adornados con flores de plástico, espejitos, lazos de colores y perlas en el filo. Yo tengo uno de cuando estaba apuntada en baile, he intentado subir la foto pero no he podido así que os dejo esta.
El traje de Malagueña de lujo, Goyesco o de Rondeña, que tiene el cuerpo ceñido en terciopelo negro bordado y adornado con madroños, las mangas son largas y también van adornadas, pero para poder lucir este vestido en la Feria de Málaga se están acortando las mangas para poder soportar el calor, ya que os podéis hacer una idea de lo que supone llevar mangas largas de terciopelo en pleno mes de Agosto. La falda es a media pierna, de raso con tres volantes y un solo color, medias blancas bordadas y zapatos negros de tacón atados con unas cintas a la pantorrilla. El pelo va recogido en una madroñera o con moño bajo, flor en un lateral y peineta de carey en el otro lateral.
En su versión masculina, el traje está formado por pantalón, camisa blanca, chaqueta, botas camperas, un pañuelo blanco en la cabeza y un sombrero. Algunas personas cambian la chaqueta por un chaleco.