¿Nunca te has preguntado por qué se llama pitufo al bollito que pides en Málaga y por qué fuera de Málaga no se llama así?.
En Málaga se comen pitufos y se beben nubes y para entender qué es un pitufo y de dónde viene, hay que remontarse hasta los años ochenta cuando en Málaga el concepto pitufo no existía. Los desayunos eran con pan y el pan que se comía era únicamente de tres tipos: albardilla, mollete pero sobre todo Viena (un bollo alargado y estrecho por los extremos y más bien agresivo, porque la raja del centro forma unos picos que hacen hasta daño). El concepto era fácil: Viena y media Viena –que quedaba muy fea sobre el plato-.
A mediados de esa década en Málaga un obrador clásico de panadería que sigue aún siendo uno de los referentes en nuestra ciudad está a punto de crear algo novedoso: Panificadora Mateo Luque. Muy cerca de calle Hilera se elaboraba masa madre a diario y se cocían cientos de piezas para la capital y la costa del Sol desde el año 1964.
Coincide en esta época que empieza a tener fuerza en España los Pitufos, que aunque eran unos personajes animados para el público infantil, acaban siendo asumidos con cariño por el público en general.
Al maestro panadero Mateo Luque se le ocurre crear una pieza de pan que sea más pequeña que la Viena, más grande que la media Viena y de textura más suave para que los niños la manejen con mayor facilidad. El bollo es agradable al tacto, lleva dos cortes en vez de uno central y sale al mercado como bollito de Viena.
Se da la paradoja de que en la panificadora se empiezan a colocar luminosos con pitufos que sostienen en su mano azul ese pequeño bollito. Poco a poco y de manera coloquial, el público malacitano empieza a llamar pitufo al bollito y lo que comenzó siendo un mote acaba conviertiéndose en su nombre propio asumido por el obrador, el resto que lo siguieron así como cualquier cafetería que se precie.
Había nacido el pitufo. Desde en el bar más cutre de polígono hasta en la cafetería más cursi hablaban el mismo idioma: pitufo.
El invento de Luque dejó de ser para niños y el pitufo se hizo mayor y pasó a mutar a diferentes masas. Pitufo de albardilla, integral, de Viena o liso, daba igual cómo, pero pitufo.
Con el paso de los años llegamos a nuestros días en los que el obrador donde nació nuestro buque insignia del pan sigue activo gracias al trabajo de Silvestre Luque –el hijo del creador-; un buen hombre que con trabajar mucho y acompañar a su Virgen de la Esperanza cada jueves Santo vivirá feliz por siempre.
Hay que cuidar nuestro legado para que perdure. Y eso incluye todo tipo de patrimonios. Y el pitufo mixto es uno de ellos. Llegará quien innove pero hay que mantener la pureza. Vayan al Café Central para encontrarse con el clásico en su estado puro. Desayunen en Framil para descubrir cómo se consigue tostar un pitufo sin quemarlo ni endurecerlo. En Nerva, en calle Cristo, lo probarán con mantequilla Lorenzana, crujiente por fuera y jugoso por dentro. Y en Oña tendrán el clásico de los barrios.
Hagan su ruta del pitufo. Y si se lo ponen malo reclame. Proteste. Que no jueguen con nuestra seña de identidad. Y pasen por calle Tampa. Y miren el luminoso del pitufo en Mateo Luque. Y descubran que las historias de esta ciudad son tan especiales como uno quiere que sean.
Autor: Gonzalo León
Me ha encantado el artículo!!!