Antoine de Saint-Exupéry, autor de ‘El Principito’ –segunda obra traducida a más idiomas después de La Biblia– dejó una huella especial en Churriana, donde era conocido por el entorno de lo que ahora es La Fonda del Sol como Antonio el Francés.
Era uno de los pilotos comerciales más conocidos y respetados de la compañía aereopostal Latécoére, cuyo fundador, Pierre George Latécoère fue el primer aviador en aterrizar en suelo malagueño junto a Lemaitre, allá por 1910.
Churriana cuenta con un tótem de madera en honor al piloto, a su paso por la ciudad y al legado que dejó mucho antes de convertirse en un autor global.
Saint-Exupéry pilotaba un Breguet XIV de nueve metros de largo y casi 2.000 kilos de peso, impulsado por un motor Renault de 300 caballos de vapor, capaz de llevar la nave a unos poderosos 125 kilómetros por hora. De tanto en cuando hacía escala en la fonda de Churriana, por aquél entonces conocido como Casa Ramón, en honor a su propietario, Ramón Salazar, que fundó el establecimiento pero luego fue gestionado por su joven viuda, abuela de una familia que sigue vinculada la actual Fonda del Sol.
Exupéry pernoctaba allí muy frecuentemente, aunque parece ser que fue en torno a 1926 cuando su presencia era más habitual. Las idas y venidas del piloto están ampliamente documentadas y gracias a eso autor de ‘El Principito’ tuvo una bonita conexión con la historia malagueña. Era muy generoso y cuando venía a Churriana, traía queso de cabra, vino y dátiles que había comprado en África, e invitaba a todo el mundo.
La escultura que ilustra ahora el vínculo entre el escritor y la barriada es obra del artista malagueño José Pereiro, que ha empleado un tronco de quinientos kilos procedente de los árboles talados en La Alameda para crear un objeto interactivo que hace referencia a los pasajes más famosos de ‘El Principito’.
El tótem está situado justo enfrente de donde pasaba las noches el famoso autor.
En la madera hay dos orificios que atraviesan el tronco. Uno está a la altura de los niños, el otro a la de los mayores. En la primera, la oquedad da paso a la puerta de La Fonda del Sol, es decir, a un cruce de caminos, a la aventura. La superior únicamente refleja el ojo de quien mira a través de un espejo, en representación de la mirada viciada de los adultos, que todo lo que ve lo asocian consigo mismo. En la talla hay referencias al zorro, a la boa que parece un sombrero al comerse un elefante, al orificio para mirar si hay borregos, a los volcanes que pueblan el planeta del protagonista de la obra y a la serpiente.