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La malagueña que sobrevivió en el Titanic

Eran cercanas las tres de la madrugada del 15 de abril de 1912 cuando el todopoderoso Titanic se partía en dos y se hundía definitivamente, casi tres horas después de chocar con un iceberg por culpa del mal tiempo, de la incapacidad de reacción de su capitán y de la ambición del hombre. En el bautizado como indestructible trasatlántico viajaban 2.223 personas, afortunadas todas a priori de ser protagonistas del viaje inaugural del que era el mayor barco del mundo que se inició en Southampton el 10 de abril del referido 1912, para recalar en los puertos de Cherburgo, Francia, y en Queenstown, en Irlanda, antes de poner proa al océano Atlántico camino de Nueva York, meta final. A las 23.40 del 14 de abril, cuatro días después de partir y a unos 600 kilómetros al sur de Terranova, el Titanic chocó contra un iceberg. La colisión abrió varias planchas del casco en su lado de estribor bajo la línea de flotación, a lo largo de cinco de sus dieciséis mamparos, que comenzaron a inundarse. Durante dos horas y media el barco se fue hundiendo gradualmente por su parte delantera mientras la popa se elevaba, y varios cientos de pasajeros y tripulantes fueron evacuados en los botes salvavidas, de los cuales casi todos no fueron llenados a su máxima capacidad.

En el Titanic viajaban diez pasajeros españoles, entre ellos la marbellí Encarnación Reynaldo, una joven nacida en 1881, el mismo año de Picasso, y que viajaba en segunda clase con el boleto 230434. La malagueña forma parte del libro ‘Los diez del Titanic’.

En una caja de un trastero en algún lugar de Manhattan en Nueva York, aparece una fotografía amarilleada por el tiempo. Se trata de las hermanas Reynaldo de Marbella.

Durante muchos años fue tan solo la pasajera misteriosa. Apenas se tenía constancia de su vida después del naufragio y los escasos datos que se encontraban de ella eran muy confusos. Pocos sabían entonces que Encarnación Reynaldo era natural de Marbella y que con los 30 dólares que pudo ahorrar logró cumplir uno de sus sueños: viajar de Londres a Nueva York para visitar a su hermana. La historia ha querido que esta humilde empleada del servicio doméstico pase a ser uno de los diez españoles que embarcó en el Titanic y sobrevivió a su hundimiento.

Un año antes del viaje inaugural del barco, Encarnación se encontraba en Londres donde trabajaba para una familia gibraltareña, la del empresario Henry Vázquez, que se dedicaba a la importación de látex desde La India, decide trasladarse a Londres y se lleva a tres de las personas que trabajaban para él, entre ellas esta malagueña. Pero los negocios del empresario empezaron a ir mal y éste prescinde de sus servicios. Encarnación decide entonces viajar a Nueva York para ver a su hermana y embarca en el Titanic como pasajera de segunda clase. Tuvo mayor facilidad para salvarse porque dominaba el inglés. Y las instrucciones de la tripulación se dieron en ese idioma.

Encarnación vio agrandarse los rascacielos del sur de Nueva York a bordo del Carpathia, el 18 de abril de 1912. Días antes, había ocupado uno de los asientos del bote número 9, junto a dos catalanes que nunca llegaron a saber que su acompañante era también española. Pensaban que ellos eran los únicos españoles porque Encarnación no habló en ningún momento. Tampoco lo hizo durante la travesía en El Carpathia, el barco que rescató a los supervivientes y los llevó hasta el puerto de Nueva York. Se dio la casualidad de que fue ese mismo barco el que años antes había transportado a su hermana a Nueva York. Durante el trabajo de investigación se localizó el censo de Londres en 1911 donde figuraba que Encarnación trabajaba con la familia gibraltareña, que era viuda, que había tenido tres hijos en España, y que uno de ellos había fallecido.

La malagueña no escuchó hablar en castellano hasta el día siguiente, cuando subieron a bordo el resto de españoles, en el puerto francés de Chebourg. Después del hundimiento, Encarnación permaneció apenas unas semanas en Nueva York, en la casa de su hermana, situada en Manhattan, cerca de la espesura de Central Park. En aquellos días se tomó la fotografía localizada por la familia de Luisa, que se casó con un militar portorriqueño, Miguel Requena. Eso explica el enigma de la pérdida de apellido en tierras americanas. A partir de ahí saltan a primer plano las postales de Encarnación, en las que avisa de su casamiento con Bartolo González. En las cartas no figuraba ninguna dirección. Los investigadores creen que la andaluza del Titanic regresó a Málaga y fundamentan su teoría en dos datos: la presencia de sus dos hijos, que se habían quedado en España y un viaje posterior de Luisa hacia la provincia, acompañada del resto de los Requena y de los Reynaldo.

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