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Alvin Karpis de Alcatraz al cementerio de San Miguel

Hay una historia desconocida, pero no por ello menos interesante. El Cementerio Histórico de San Miguel, tuvo en el patio cuarto, nicho 2.300, a Alvin Karpis, el criminal que más tiempo pasó encerrado en Alcatraz y que se retiró en Torremolinos. Hoy reconvertido en el parque que abraza el histórico cementerio. En su tiempo fue uno de los personajes más temidos de Estados Unidos.

Alvin Karpowicz era hijo de inmigrantes de Lituania, nació en Montreal en 1908 y murió en Málaga en 1979. Alvin Francis Karpowicz acortó su nombre a Alvin Karpis y se convirtió por méritos propios en uno de los criminales más temidos y perseguidos de la historia reciente de Estados Unidos. Hijo de inmigrantes lituanos, nació en Montreal (Canadá) y se crió en Kansas (Estados Unidos); y su historia es el vivo ejemplo de que las vocaciones criminales más arraigadas empiezan a desvelarse desde bien temprano: a los diez años ya rompía escaparates para cometer pequeños robos y sus compañeros de juegos eran contrabandistas y proxenetas; y antes de cumplir los 20 ya había sido condenado a diez años en un reformatorio por un intento de robo. Karpis logró escapar y después de unos meses engordando sus antecedentes policiales terminó ingresando en 1930 en la prisión estatal de Kansas, en Laising. Allí conoció a Fred Barker, condenado por el robo de un banco y compañero con el que terminaría por formar la banda Karpis-Barker, una de las formaciones criminales más conocidas y temidas de los años 30.

La importancia de aquella alianza para el crimen fue algo más que un quebradero de cabeza para la policía y el FBI, y hay un detalle que da la medida del cóctel explosivo que formaban Fred y Alvin, junto a todo lo que los rodeaba: con el paso de los años, ellos y su entorno saltaron de los patios de la cárcel a las pistas de baile con el éxito ‘Ma Baker’, de los Bonnie M, que arrasó en la década de los 70 contando la historia criminal de la madre de Fred, Kate Barker, acribillada a tiros por el FBI. Aunque son muchos los testimonios que la desvinculan de la carrera de su hijo, no es difícil adivinar por qué Fred, enseñado desde la cuna, y Alvin, alumno aventajado desde niño, pronto se convirtieron en los fugitivos más buscados del país, tomando el relevo del mismísimo Al Capone, cuyo reinado criminal con sede en Chicago había comenzado ya su ocaso.

En los archivos de la prisión de Alcatraz, la más famosa del mundo por su carácter casi inexpugnable, se recoge literalmente que la banda de Karpis-Barker no dudó en matar a cualquiera que se interpusiera en su camino, incluso a transeúntes inocentes, de hecho Karpis presumía que en los atracos a bancos, robos de entregas de correo y secuestros, él era el que esperaba fuera en la calle vigilando y que, llegado el momento o el peligro, era capaz de abrir fuego y tirar a matar para proteger a los suyos sin temblarle el pulso.

Tampoco le tembló a la hora de planificar y ejecutar los secuestros que mantenían el estatus económico de la banda pero que, en paralelo, terminaron precipitando su final: uno de los más sonados fue el del cervecero millonario William Hamm, cuyo rescate les reportó 100.000 dólares; pero sobre todo el del banquero Edward Brenner. Se ganaron 200.000 euros, pero también el malestar del mismísimo presidente de los EE.UU. Franklin D. Roosevelt, amigo personal de Brenner. La necesidad de poner fin a este tipo de delitos llevó al FBI a organizar a un grupo de agentes altamente capacitados a los que llamaron ‘escuadrones voladores’ y que se emplearon a fondo en dar caza a los ‘enemigos públicos’ entre los que estaban Karpis y Barker. Los resultados no tardaron en llegar: sólo en 1934 mataron a criminales míticos como John Dillinger, Bonnie and Clyde, Charles ‘Pretty Boy Floyd’, Lester ‘Baby Face Nelson’ Gillis, John ‘Red’ Hamilton, Homer Van Meter o Eddie Green. Pocos meses después, caerían de la misma forma el propio Fred y su madre.

Con los ojos puestos en Karpis, el gánster estuvo a punto de ser cazado en una encerrona junto a su novia, Dolores Delaney, embarazada de ocho meses. A ella le dispararon en un muslo y él huyó. Nunca más supo de ella ni del hijo que nació a las pocas semanas y que terminaron adoptando los padres de Karpis. Los que lo conocieron admitieron en alguna ocasión que aquello no supuso un problema ni un sufrimiento extra para él. De aquellos meses frenéticos de huida también quedan detalles a medio camino entre la verdad y la leyenda como que el fugitivo logró que un cirujano profesional -después desaparecido misteriosamente- le borrara las huellas dactilares.

Alvin Karpis no escapó. Salió de Alcatraz cuando cerraron la prisión. Es el caso contrario. Su detención, eso sí, fue un acontecimiento mediático. Catapultó a la fama a John Edgar Hoover, emblemático director del FBI (Federal Bureau of Investigation), que acabaría capturándolo en 1936 en Nueva Orleans en una operación que se convirtió, con el paso de los años, en un ataque de egos entre el policía, que había cogido un avión expresamente para detenerlo, y el criminal, que contradijo las versiones oficiales para retratar a un Hoover atemorizado por su presencia.

Al final, lo apresaron vivo, una circunstancia inédita dada la experiencia con los otros criminales. Con su detención se cerraba también la era de los criminales clásicos de la época de la Gran Depresión y empezaba para ‘Creepy’ la condena en Alcatraz, también conocida como ‘La Roca’.

Karpis fue condenado en 1936 a cadena perpetua en la prisión de máxima seguridad y se le imputaron entre 6 y 14 muertes. Su vida entre las cuatro paredes de la fortaleza en la isla de Alcatraz, en la bahía de San Francisco, transcurrió sin sobresaltos: de hecho, a pesar de ser el prisionero que más años pasó encerrado en el presidio (casi 26 años), nunca trató de escapar. Sus funcionarios, tal y como se recoge en la página web de la cárcel, lo recuerdan en cambio como un tipo que se quejaba con frecuencia de las condiciones de vida en presidio y que solía pelear con otros presos. También como un lector compulsivo.

La estancia del gánster en Alcatraz terminó en 1962, cuando ‘La Roca’ comenzó su desmantelamiento y se ordenó su traslado a la Penitenciaría de McNeil Island (Washington). Allí conoció a otro criminal legendario, Charles Manson, al que enseñó a tocar la guitarra y al que se refería como ‘el pequeño Charlie’. El líder de la secta hippie que estremeció al mundo por matar a siete personas -entre ellas a Sharon Tate, la mujer del cineasta Roman Polanski- cumplía entonces condena por falsificar cheques y aún hoy recuerda a Karpis como «uno de los tíos de los que más aprendí».

A pesar de estar condenado a cadena perpetua, el criminal obtuvo la libertad condicional en 1969 bajo la condición de que nunca más pisara suelo estadounidense y fue deportado a Canadá, su país de origen. Allí disfrutó de una relativa fama durante la promoción de su libro de memorias e incluso con la venta de los derechos para que Hollywood rodara la película de su vida con Steve McQueen como protagonista. Aunque el libro sí vio la luz, del largometraje nunca más se supo. De aquellos años de giras y entrevistas, Karpis logró el dinero suficiente para planificar su jubilación y, con ella, su retiro definitivo.

Aquel refugio lo encontró en Torremolinos, donde aterrizó, en plena eclosión turística de la Costa del Sol, en 1973. De su huella en el municipio vecino quedan pocos datos, salvo que vivió en la plaza de la Caracola y pasaba desapercibido totalmente. Apenas tenía amigos, salía poco y daba la impresión de un jubilado normal y corriente.

Nunca aprendió español y más allá de esa discreción que le permitía un lugar como Torremolinos, sí se sabe que Karpis pudo confirmar, ya en libertad, que la fama de mujeriego que le perseguía era real. En aquellos últimos años de vida acumuló conquistas varias décadas más jóvenes que él y con el suficiente patrimonio como para costear sus caprichos. Con algunas de ellas compartió su pasado, pero sobre todo los trucos que aprendió en las cocinas y en la panadería de Alcatraz y que permitían a Karpis aconsejar a sus novias en materia de dietas y calorías.

Aquel retiro dorado se apagó el 28 de agosto de 1979 a las once de la noche, porque su novia Nancy lo introdujo en la mezcla de alcohol con pastillas y una alta dosis lo mata a los 72 años, no se realizó autopsia. Al sepelio sólo acudieron dos personas. Probablemente ellas sí conocieran el secreto de aquel jubilado extranjero que llegó a la costa buscando algo más que sol y que terminó compartiendo última morada con otros que, como él, han pasado a los libros de historia aunque por motivos completamente diferentes.

Eso sí, a Karpis le esperaba un último viaje, ya que a finales de los 90 esa zona del camposanto desapareció para dejar paso al parque aledaño al cementerio: los restos de aquellos enterramientos y nichos, incluido el 2.300, fueron exhumados y devueltos a las familias en caso de que fueran reclamados. No parece que fuera el caso de Karpis, que probablemente reposa, ya sí para siempre, en el osario general de Parcemasa. Y con él, una historia digna de las mejores sagas familiares de criminales.

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