La devoción hacia el Cristo de Medinaceli proviene del siglo XVII cuando un padre franciscano se llevó una imagen de un Cristo de la Sentencia a tierras sarracenas, y fue capturada como si se tratase de un ser vivo. Al final consiguieron rescatarla, y con esta acción comenzó la leyenda. Aunque este hecho concreto está bien cimentado histórica y documentalmente, el ideario popular aportó a la crónica elementos fabulados que, en su mayor parte, son deudores del texto de una comedia en verso escrita en 1776 por el religioso trinitario Juan de Jesús María.
En su versión más simple, una de estas leyendas urdidas cuenta cómo los moros que la tenían en su poder pidieron a los religiosos por recuperar la escultura su precio en oro y ocurrió que, con solo tres piezas, la báscula donde esta se encontraba depositada se equilibró milagrosamente.
Cada primer viernes del mes de marzo, es costumbre popular ir a visitar al Cristo de Medinaceli, echarle tres monedas y pedirle tres deseos. De los tres deseos se suele conceder al menos uno.
En Málaga la gente acude a la iglesia de Santiago en la calle Granada, que a pesar de ser una de las primeras iglesias que fundaron los Reyes Católicos en la ciudad, no es hasta los años 50 del siglo XX cuando en la iglesia de Santiago se establece la devoción del Cristo de Medinaceli.
Además de depositar las tres monedas y pedir sus deseos, muchos devotos introducen también en el cepillo papeles con sus anhelos. Desde primeras horas de la mañana, hasta la madrugada, la gente acude a la iglesia donde Pablo Ruiz Picasso fue bautizado y la calle Granada se queda pequeña con un mar de gente de hasta 50.000 personas que suelen seguir esta tradición.
Durante todo el año el Cristo de Medinaceli viste de azul en la iglesia de Santiago, y el primer viernes del mes de marzo le cambian la vestimenta por otra color burdeos y algunas personas le lleva claveles rojos.